2005/12/12

si quereis conducir a un joven por el camino recto
guardaros de turbar su ingenua y confiada relación
personal e inmediata, por así decir, con la naturaleza: el bosque y las rocas, la tormenta, el buitre, la flor solitaria, la mariposa, el prado, las faldas de los montes deben hablarle en su propio lenguaje, en él deberán reconocerse como en un interminable serie de reflejos mutuos y como en un torbellino múltiple, las apariencias cambiantes; así comprenderá inconscientemente la unicidad de todas las cosas en la alegoría de la naturaleza y encontrará la calma en su eterna constancia y necesidad.
Pero a cuántos jóvenes les es dado crecer tan cerca de la naturaleza y establecer una relación casi personal con ella?
Los demás aprenden temprano otra verdad: Cómo subyugar la naturaleza. Ahí se acaba aquella metafísica ingenua y la fisiología de las plantas y animales, la geología, la química inorgánica, obligan a estos jóvenes a tener una visión totalmente alterada de la naturaleza, lo que se pierde con esta visión forzada no es una fantasmagoría poética, si no la comprensión instintiva única y verdadera de la naturaleza: esta se desplaza por un cálculo y un astuto sometimiento. Así la persona verdaderamente instruida ha perdido el inapreciable don de mantenerse fiel a los instintos contemplativos de su niñez y la armonía insospechadas para quienes están inmersos en la lucha por la vida.

F. Nietszche